De un tiempo a esta parte, se han venido normalizando expresiones como «enshitificacion«, fake news (paparruchas de toda la vida), toxicidad, odio y un largo etcétera en relación al Internet actual en general y las redes sociales en particular. La idea de éste artículo, amén de plasmar mi opinión (gratuita) al respecto, es también la de aportar cierta dosis de optimismo (gratuito también) tratando de relativizar y enmarcar ciertos procesos relacionados con todo ello.
Tesis (intro)
Pareciera que Internet en estos momentos es una especie de cuerpo enfermo y las redes sociales el vector infeccioso causante de todos sus males. Twitter, Facebook, Instagram o TikTok son sumideros de odio, mentiras y extremismos varios que subvierten una especie de Internet primigenio donde lo habitual eran la camaradería, la educación y el respeto. Donde antes podías expresarte con total libertad, ahora sólo recibes bilis y cancelación si te sales del discurso imperante en cada momento o lugar. Donde el intercambio de ideas y opiniones ha mutado a la repetición de mantras y consignas. Donde el altruismo y la solidaridad han sido asaltados por hordas de intereses comerciales e individuales. Donde en definitiva, hemos pasado de ser usuarios y participantes a una suerte de acólitos no uniformados.
Antítesis (Turra)
Dentro de esta especie de apocalipsis en red, rápidamente surgen varias contradicciones: no entiendo por qué se circunscribe a las redes sociales. Basta darse una vuelta por los comentarios de muchas webs de información, foros varios e incluso en respuestas a anuncios en Wallapop para ver actitudes similares. Por otra parte, también puedes encontrar con facilidad redes sociales, webs y foros donde la educación y el respeto son la norma habitual. Si ya peinas canas, no es difícil recordar broncas y polémicas varias en lugares ya olvidados como BBs, FidoNet o canales del IRC. En muchos de ellos, habitaban una suerte de gurus tecnológicos a los que resultaba imposible contradecir bajo riesgo de ser condenado directamente al ostracismo. A modo de ejemplo, aún recuerdo a uno de ellos dentro de un canal de telecomunicaciones, afirmar que era imposible transmitir más de 2 Mbps a través del cobre (Adsl). Huelga decir que el «baneo» estaba a la orden del día y que cada estancia o servicio se regía por una serie de normas estrictas, lo que se conocía como netiquette (netiqueta).
Actualmente, es relativamente sencillo utilizar un ordenador de escritorio o terminal móvil recurriendo exclusivamente a programas o aplicaciones total o parcialmente gratuitas. Antaño, por contra, era de los más habitual compartir y difundir cracks y contraseñas de programas comerciales. De hecho, había webs y software dedicados exclusivamente a ello; incluso recuerdo tiendas de informática que directamente pirateaban y distribuían cualquier programa bajo demanda (bastaba con comprarles los disquetes).
Antiguamente, el proceso de indexación de una página web se realizaba manualmente por parte de un grupo de voluntarios distribuidos según idiomas y temáticas agrupados dentro del ODP (Open Directory Project). Para hacerse una idea de su importancia baste decir que buscadores tan importantes como Google usanban el ODP a la hora de mostrar sus resultados. O dicho de otra forma, el directorio y la definición de nuestra página Web que aparecía tras introducir su nombre en Google, dependían del ODP. Para no alargarme en demasía, la gestión por parte de algunos editores de nivel superior (Meta) era tal cual la de un cortijo personal: se indexaba lo que ellos querían, como querían y cuando querían. Hoy en día, afortunadamente, dicha indexación es automática y aunque hay muchísimos trucos SEO, también existen muchos buscadores centrados en los resultados y respetuosos con la privacidad.
Síntesis (acabando)
Si tenemos en cuenta los porcentajes de población que en España tenían acceso a Internet en 1999, veremos que no llegaba al 8% y siendo buena parte de ellos estudiantes, instituciones y centros académicos. Y aún con todo ello y a su manera, no dejaba de tener sus dosis de «enshitificacion», fake news o toxicidad.
En 2023, el porcentaje españoles que mediante uno u otro medio acceden a Internet es del 98%. Tan sólo por las cifras, ya podemos presuponer un aumento exponencial en cualquiera de sus facetas; tanto para la malo como también para lo bueno. Entonces ¿el estado actual de Internet es únicamente debido al gigantesco aumento en su número de usuarios? En mi opinión es un factor determinante, pero añadiría otro más: Internet como fin.
Hace años, y que cada uno tire la línea temporal a su gusto, tanto el acceso como las posibilidades dentro de Internet eran las que eran. Resultaba algo costoso en todos los aspectos y requería de ciertos esfuerzos. Como resultado, no estaban todos los que querían o simplemente podían; había que aunar a ambos.
Hoy en día (afortunadamente) se puede reinterpretar una famosa frase a modo de que «nacemos con una conexión a Internet bajo el brazo». Hay cientos de incentivos e incluso obligaciones administrativas para estar conectados, yendo la cosa cada día a más. Hasta llegar al punto que nos ocupa: la enorme proporción de usuarios en redes sociales, foros, webs y cualquier otro servicio actual o venidero, que simplemente lo son «porque se puede».
Sumemos a esto último los réditos fáciles e inmediatos que, para prácticamente cualquier tema, se están obteniendo vía la crispación y polarización de la opinión pública y ya tendremos cerrado el círculo de la creciente enshitificacion, fake news, toxicidad, odio…
Esto último no funciona sin una enorme masa crítica de usuarios; y las grandes masas a lo largo de la historia lo han sido mucho más por «estar» (en lugar y momento) que por «querer» (voluntad).
Internet no es más ni menos que hijo de su tiempo y reflejo de la sociedad. Ni se puede afirmar que antes era la Arcadia ni que ahora es una especie de Mordor. El olor que desprenda en cada momento, no es otro sino el de las personas que lo utilizan.